En la Casa Blanca y, en general, por todas las cancillerías europeas andan mirando de reojo lo que sucede en Israel: Como suele suceder en los últimos años, la Kneset o el nombre por el que se le conoce al Parlamento israelí, estará más atomizado que la vez anterior con hasta 10 partidos dentro del mismo y, por lo tanto, habrá un enésimo gobierno de coalición. La incognita reside en quien lo encabezará, si Tzipi Livni - que según Haaretz encabeza el recuento con 30 escaños - o Benjamin Netanyahu, que se quedaría en 27-28 asientos en el legisltativo. Pero el auténtico ganador ha sido una organización llamada Yisrael Beiteinu cuya gran aportació a la campaña es la de privar de ciudadanía israelí, a todo árabe que no firme su lealtad al estado. Su líder Liberman es otro populista, otro extremista que hoy ya es el líder de la tercera fuerza política del país. En fin, que la música que comienza a sonar es el de un gobierno de unidad nacional para que necesitaría del concurso de un tercero (¿Liberman?; ¿el laborista Ehuk Barak? o ¿los ultraortodoxos del Shas?). Veremos en que queda todo... De nuevo, la paz y la solución de dos estados se aleja inexorablemente. La diferencia es que en la Casa Blanca no esta Jorgito Arbusto sino Barak Obama.
De todos modos no veo sino alejarse, más si cabe, esa paz que tantos anhelan y cómo los fanatismos de un lado y otro suman puntos, sobre el voto del miedo y la ignorancia. La democracia israelí ha puesto a sus ciudadanos ante un espejo y lo que ven no les va a gustar.
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